martes, 10 de febrero de 2009

MEMORIAS DE UN ALMA II


Había planeado todo muy cuidadosamente, mis pasos habían sido de lo más certeros, nada ahora me podía detener, el profundo odio que recorría cada rincón de mi ser, me había dado mas que fuerza, ahora tenia poder.

Llamé por teléfono a Roxana, fingí tener una recaída, le dije que no contaba con nadie y necesitaba desahogarme; pero esta vez no la cité en ningún café o algún lugar en el centro de la ciudad, puse la excusa de no querer salir de casa debido a mi fingida depresión, la invite a venir a mí y ella accedió. La tendría donde quería, solo esperé a que tocara la puerta.


Cuando por fin llegó, me puse de lo mas triste, ella no sospechó nada, comencé a decirle que me dolía verla con Rodrigo, que había creído en ella cuando me dijo que cortaría con el y que a pesar de todo eso, ella no tenia la culpa, le dije que deseaba ser su amiga y que en esta historia el único culpable era Rodrigo. Luego de un rato, le pedí que me acompañara a mi habitación, porque tenía algo que mostrarle, subimos las escaleras, cuando estuvimos en el último escalón justo al frente de mi habitación, la abrasé, ella vaciló en pensar lo que estaba pasando, no dejé que reaccionara, y… la empujé.
Mi alma disfrutó verla caer, escalón por escalón, escuchar sus ahogados gritos de miedo, de pavor. Y cuando por fin su cuerpo chocó contra el piso, escapó de mí una gran carcajada de triunfo.
Bajé los escalones, hasta llegar a ella, pensé que estaba muerta; pero no, menos mal que no murió, eso no estaba en mis planes.

Luego de un momento en el que disfrute verla inmóvil, despertó y comenzó a quejarse – ¡Mis piernas!, ¡Mis piernas, no las siento! – yo no podía estar disfrutando con la mayor satisfacción aquel momento, me miró con los ojos llenos de lágrimas y me preguntó: - ¿Por qué me haces esto, Tamara? – Sin siquiera un rastro de misericordia en mí, le respondí – ¿Pensaste que te saldrías con la tuya, sin que yo mueva un dedo?, ¿Te creíste todo lo que te dijo Rodrigo de mi?, “Tamara la tonta, Tamara la sufrida, Tamara la que morirá amándolo, mientras que el está con otra”. Gran error niña ilusa. Aún no acaba lo que con tanto esmero he preparado para ti.
La dejé retorciéndose de dolor, sabia que no podía escapar, tenia las piernas rotas. Me dirigí a la cocina, aun podía escuchar sus quejidos de dolor. Abrí una gaveta de la alacena y encontré lo que estaba buscando, un cuchillo, uno de esos que se utilizan para cortar pan. Felíz por mi hallazgo, volví a la sala.
Roxana había intentado escapar, se había arrastrado como lo que era, una víbora asquerosa. Amarré sus manos con una soga que había tenido lista para su tortura, luego de eso, la cogí de los cabellos y le mostré el cuchillo, sus ojos revelaban el terror. Su miedo a morir como se merecía, me hacía más fuerte.

Comencé a recorrer su rostro con mi pequeño juguete, ella lloraba, me suplicaba que no siguiera, poco a poco fui hundiendo en una de sus mejillas, los pequeños; pero filudos dientes del cuchillo que en esta ocasión era mí aliado. Gustosa, terminé con mi obra de arte.
Un gran tajo en su mejilla, marcada para la poca vida, que para festín mío, yo le estaba dejando. Después de todo, estaba siendo piadosa, la dejaba inválida y con el rostro desfigurado; pero con vida.
Era ya hora de irme y seguir con mi dulce venganza. Salí de casa con mi mochila al hombro, cerré la puerta cortando de golpe el llanto y los gritos de Roxana. Nada me importó.

Fuí a un hotel, uno que conocía Rodrigo, pedí una habitación y dejé dicho al encargado que si venia un joven buscándome, lo dejara pasar.
Instalada en el cómodo cuarto, llamé a Rodrigo y con voz desesperada, le dije: – Voy a matarme, estoy dejando una carta en la cual te hago responsable de todo mi sufrimiento – Rodrigo debió asustarse mucho, aun con un poco de temor a que mi plan no saliera como yo lo quería, esperé a oír a Rodrigo pedirme le dijera en donde estaba – Luego de llorar y reiterarle mi decisión de quitarme la vida, le dije – Hotel “California” habitación Nº 13 – Cuando escuchó eso, trató de calmarme y me dijo que no hiciera nada, que el iría a verme.
Todo me estaba saliendo a pedir de boca. Mientras esperaba a que Rodrigo llegara, puse en la grabadora uno de sus discos favoritos, al menos quería que el muriera escuchando esa música satánica. Así, el iría más rápido al infierno.

Vertí el contenido de un sobre de veneno muy potente, dentro de una botella de gaseosa y la dejé sobre la mesa de noche, luego de eso saqué de mi mochila, el cuchillo que había utilizado con Roxana, una soga y varios objetos que utilizaría para mi cometido.
También, todas las cartas que había escrito la noche anterior, cartas en las que plasmaba los motivos de mi venganza, el dolor que mi alma había anidado y el odio descomunal que me habían llevado a cometer tales atrocidades.
Los golpes presurosos en la puerta de la habitación, me indicaron que Rodrigo ya había llegado. Fuí hacia la puerta y le abrí, el entró presto y de un golpe cerró la puerta. Me abrazó fuertemente, por un momento vacilé y quise volver a amarlo, pero ya era demasiado tarde, el odio había carcomido mi corazón y nada ahora podía hacer que yo retrocediera.
Me quité sus brazos de encima, le reproché todas sus mentiras, le dije todo lo que mi alma tubo que aguantar por culpa de sus caprichos y malos sentimientos. No lo dejé hablar, le juré pagármelas todas, le dije que hasta el final conmigo iba a estar y si no era por su voluntad, seria por la fuerza.

Entré al baño, el se había quedado atónito con lo que le había dicho, cuando reaccionó y se disponía a seguirme, yo ya tenia sujeto a mi mano un martillo que, previamente había escondido. Estaba preparada a acertarle un golpe donde fuere.
Le golpeé fuertemente en el estómago, debido a su dolor cayó de rodillas al suelo. Con gestos de dolor y sorpresa, me preguntó - ¿Qué haces?, ¿Te has vuelto loca? – No le presté importancia y seguí sin piedad proporcionándole más de mis furiosos golpes. Rodrigo intentaba persuadirme, pidiéndome que habláramos, su reacción ya era muy tardía. Yo no paré hasta que le atiné un golpe en la cabeza, comenzó a brotarle sangre a borbotones y quedó desmayado. Me aseguré de que no estuviera muerto.


Comencé a recorrer cada línea de aquel rostro cubierto ahora de sangre, recordando cada instante feliz que pase con el, odiándolo mas.
Fuí por la soga, lo até de pies y manos, sujetando mi cuchillo seguí observando su cuerpo inerte, ahora puesto a mi disposición.

Cuando Rodrigo volvió en sí, el volumen de la radio estaba al máximo, para así ahogar los gritos de mi victima tan amada. Cogí el cuchillo con ambas manos y comencé a proporcionarle certeras puñaladas en sus muslos, en su pecho y en donde cayeran. No fui capaz de mirarlo e ignoré sus desgarradores gritos. La ira me dominaba, mi sed de venganza se iba disipando, mientras más le arrebataba su existencia.

No sé cuantas puñaladas incrusté en su cuerpo, las lágrimas de ira me cegaron y no paré hasta aliviar mi corazón. Cuando todo pasó, estaba bañada en sangre, en su sangre, el estaba muerto. Por fin era completamente mío.

Contemplé sus ojos abiertos, vacíos, ahora solo me reflejaba yo en ellos y volví a ser feliz.
Fuí hacia la cama, tomé la botella de gaseosa que contenía el mortal veneno, aun contemplando a Rodrigo, fui bebiendo poco a poco aquel liquido que me llevaría junto con el, sabia que entendería que lo hice por amor.
Me retorcí de dolor, también debía pagar por haberlo amado. Mi vida se fue extinguiendo, mi corazón al igual que un león moribundo daba zarpazos aferrándose a la vida.

Ya no pertenezco al mundo de los vivos, me encuentro aquí en la nada.
Ha pasado mucho tiempo desde aquellos sucesos fatales y no he podido encontrar a Rodrigo, sé que está en alguna parte, talvez en el infierno.
Estoy atrapada aquí hasta el infinito, drenando dulcemente la sangre de nuestras vidas, la de él y la mía. Respirando el olor a miedo.
Siendo castigada por mi amor enfermizo, atormentada por los recuerdos y amándolo a pesar de ya no tener corazón.
Siendo demasiado buena para el infierno, pero no lo suficiente para el cielo.


“La venganza es dulce, cuando la sangre aun esta caliente”